Afuera el frío y la lluvia
¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera a Dios, porque aún le he de alabar. ¡Él es la salvación de mi ser. (Salmos 42:5 RVA-2015)
Desde que tengo uso de razón no me gustan los días nublados y menos en invierno. Se me hacen eternos y deprimentes, y me hacen tiritar el cuerpo y el alma.
No hace mucho tuve que salir en uno de esos días. Aunque estaba nublado, no esperaba que lloviera. Sin embargo, a media mañana me sorprendió un aguacero a 25 cuadras de mi casa. Encontré un lugar donde guarecerme y esperé una hora a que escampara. Pero al ver que la lluvia no amainaba, opté por volver a casa. Al llegar estaba hecha una sopa. El pelo y la ropa me chorreaban de agua. Tras una ducha caliente y un rico almuerzo, quedé como nueva. Me sentí en la gloria.
Mientras soportaba afuera el frío y la lluvia oré por las víctimas de catástrofes, por personas que pasan verdaderas angustias, no solo porque se les quema el pollo o porque al teñirse el pelo les queda de un color atroz. Me refiero a auténticas penurias, como quedarse sin casa en un terremoto y no tener agua corriente, ropa seca ni comida caliente. Igual de terrible es la situación de los que aparentemente tienen de todo para ser felices, pero se hallan vacíos, solos y vulnerables.
Cuando te deprima el mal tiempo o alguna otra circunstancia adversa, ruega por alguien que sufre, que está solo o no puede revertir una circunstancia desafortunada. No solo sirve para tramitarles ayuda divina, sino que además te levanta a ti también el ánimo y te hace bien al alma. - Victoria Olivetta [1]
Encontrarás la alegría en la superación de los obstáculos. - Helen Keller
[1] Conéctate Remedio para un día de lluvia