Dar la cara por lo que consideramos justo
No dejes que el enojo te haga perder la cabeza. Sólo en el pecho de los necios halla lugar el enojo. (Eclesiastés 7:9 RVC)
«No te apresures a enojarte» recomiendan las Escrituras; pero eso no quiere decir que nunca debamos indignarnos. Recuerda lo que sucedió cuando Jesús llegó al templo de Jerusalén. Una agitada multitud se apiñaba en el patio exterior. Los vendedores hacían su agosto.
Jesús se indignó. Lo que debía ser una casa de oración había degenerado en un concurrido mercado en el que la honradez brillaba por su ausencia. Fácilmente habría podido ver la situación desde un prisma positivo y seguir adelante.
Pero no. Los Evangelios dicen que Jesús volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, y los reprendió por convertir la casa de oración de Su Padre en una cueva de ladrones. Ese incidente figura en los cuatro Evangelios, lo que recalca su importancia.
Hay momentos en los que sí es preciso hacer frente a las injusticias. Eso no significa dejarse llevar por la propia ira, ni quiere decir que debamos «volcar las mesas». La Palabra de Dios advierte: «Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados».
En todo caso, sí hay ocasiones en que debemos dar la cara por lo que consideramos justo. Seguir a Cristo implica entre otras cosas ser consecuentes con nuestras convicciones sobre la verdad y la justicia. [1]
Un hombre que no sabe airarse no sabe ser bueno. De vez en cuando la indignación ante el mal debe agitarnos hasta lo más hondo. - Henry Ward Beecher (1813–1887)
[1] Conéctate Airarse contra el mal