El camino que conduce a la grandeza
Cualquiera que anhele ser grande entre ustedes será su servidor. (Mateo 20:26)
Cuando piensas en grandes hombres y mujeres, ¿qué suerte de personas se te vienen la cabeza? Muchos quizá traeríamos a colación a destacados deportistas, escritores de libros de gran éxito editorial, actores o actrices de relevancia, músicos, artistas o políticos destacados. Es lo más natural: Esas celebridades suelen acaparar los medios de difusión que día y noche nos saturan con un caudal de información sobre sus vidas, ideas, hábitos y preferencias.
No obstante, al ver a toda esa gente con aura y aureola, es difícil soslayar la pregunta: ¿No será que la definición de grandeza según Dios y la perspectiva cristiana difiere de todo eso?
Juan el Bautista no percibía mayores ingresos ni era objeto de la adulación del público. No consiguió estrepitosos triunfos deportivos o intelectuales ni erigió un imperio comercial. Juan llevó vida de ermitaño en el desierto y sobrevivió a dieta de insectos. No obstante, destacó por prestar un servicio: allanar el camino para el Mesías, anunciar Su venida y llamar a la gente al arrepentimiento. Fue intrépido e intransigente. Formó discípulos que lo siguieran a él y luego a Jesús. Fue fiel a su vocación y dio su vida por ella. Con esa vara midió Jesús la trayectoria de Juan cuando dijo: «No se ha levantado entre los nacidos de mujer ningún otro mayor que Juan el Bautista».
Jesús enseñó que el servicio al prójimo es el camino que conduce a la grandeza. Todos podemos hacer un esfuerzo por asemejarnos más a Cristo siguiendo Su ejemplo, leyendo Su Palabra y pasando más tiempo con Él. —Gabriel García Valdivieso [1]
Comprendo una vez más que la grandeza de Dios se revela siempre en las cosas sencillas. —Paulo Coelho
[1] Conéctate Esa grandeza tramposa