El efecto sanador de la Palabra de Dios

Para que la prueba de su fe —más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego— sea hallada digna de alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo. (1 Pedro 1:7 RVA-2015)

 La vida tiende a llevarnos a situaciones en las que nosotros no elegimos el conflicto, sino que este nos elige a nosotros. Esas experiencias normalmente nos presentan una disyuntiva: luchar por la victoria, un rayo de esperanza, fe para vencer; o bien, ceder a la amargura, la depresión, la ira o la desesperación.
 Hace unos años, de la nada, a uno de nuestros hijos le diagnosticaron leucemia. Aquel golpe me llevó hasta el límite... Le dieron seis semanas de vida. Tenía 16 años...
 No fue hasta que admití que no era lo bastante fuerte para superar el dolor y poner fin a la espiral de pensamientos autodestructivos, que empezó a aparecer un rayo de esperanza en el horizonte de mi desesperación.
 Me puse de rodillas y le pedí a Dios una estrategia, un plan tangible que me ayudara a salir vencedora. Por fin se disipó la niebla. Empecé a copiar promesas de la Biblia en mi diario o a pegarlas en mi espejo.
 Fue un proceso, pero pronto experimenté el efecto sanador de la Palabra de Dios y fui viendo las cosas bajo una nueva luz. Asomó la esperanza, y hasta empecé a detectar oportunidades en mis adversidades y pérdidas, como el don de la compasión por otros que afrontan pérdidas. Tengo la certeza de que ese valle, y otros parecidos, fortalecieron mi fe y contribuyeron un poquito más a hacer de mí la persona que Dios quiere que sea. —Iris Richard [1]

 Las penurias suelen preparar a gente común y corriente para un destino fuera de lo común. —C.S. Lewis (1898–1963)

[1] Conéctate Adversidad = oportunidad

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