Nuestra capacidad es limitada
Señor, dame a conocer tus caminos; ¡Enséñame a seguir tus sendas! (Salmos 25:4 RVC)
Decisiones hay de todo tipo y todo nivel de trascendencia.
Cada día se nos presentan cantidad de alternativas: ¿Qué vamos a comer? ¿Haremos ejercicio? ¿En qué emplearemos el tiempo?, y la lista continúa. Con el transcurso de los años esas decisiones se transmutan en hábitos y pasan a ser automáticas, inconscientes. Si desde un principio hemos elegido con acierto, no hay muchos motivos de preocupación.
El problema se da cuando no hemos elegido bien, pues las pequeñas decisiones son susceptibles de transformarse en malos hábitos que a la larga pueden tener un pésimo efecto en nuestra vida y relación con Dios y nuestros semejantes. Tomar una y otra vez decisiones atinadas no es tarea fácil.
Felizmente contamos con el recurso de buscar orientación en Dios y en Su Palabra. Nuestro Padre celestial se compadece de nosotros, y desea ayudarnos tanto como nosotros queremos ayudar a nuestros hijos cuando nos piden consejo. Claro que nuestra capacidad de asesorarlos es limitada; en cambio, Dios puede mostrarnos la salida a los laberintos más embrollados en que nos metemos.
La próxima vez que nos veamos sitiados por reveses, retrasos y problemas de carácter personal o relacional, anotemos los retos y amenazas que se ciernen sobre nosotros, señalemos con el dedo el papel y digamos: «Dios mío, estos son los problemas que me asedian. Imploro Tu auxilio». [1]
¿Cuántas personas tienen éxito total en cada faceta de la vida? Ni una sola. La gente que más triunfa es la que aprende de sus errores y convierte sus fracasos en oportunidades. - Zig Ziglar (1926–2012)
[1] Conéctate El secreto