Corriendo adonde estaba Jesús

Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, volvió glorificando a Dios en alta voz. (Lucas 17:15 RVA-2015)

 El Evangelio de San Lucas narra que mientras Jesús se dirigía a Jerusalén, diez hombres enfermos de lepra se le acercaron y, guardando cierta distancia, exclamaron: ¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten compasión de nosotros! Jesús se compadeció de ellos y les dijo que fueran a presentarse ante los sacerdotes. (Lucas 17:11-19)
 Pica la curiosidad saber: ¿Qué se les pasaría por la cabeza cuando dejaron a Jesús y emprendieron marcha? Nos imaginamos la emoción que debió de embargarlos cuando se dieron cuenta del milagro que había tenido lugar. Lucas, sin embargo, nos relata que solo uno de ellos se llenó tanto de gratitud que regresó corriendo adonde estaba Jesús y, alabando a Dios a voz en cuello, se lanzó a los pies del Maestro para darle gracias. El leproso resultó ser samaritano.
 ¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este extranjero?
 Si bien todos los leprosos demostraron fe en que Jesús podía sanarlos —prueba de ello es que emprendieron marcha enseguida para hallar un sacerdote que constatara su curación—, el comentario de Jesús puso de relieve la ingratitud de ellos. El episodio nos recalca que Dios no solo quiere que Sus seguidores crean en Él, sino que se le debe reconocer y alabar en toda situación. «Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús.» —Ronan Keane [1]

 La gratitud es una ofrenda preciosa a los ojos de Dios, y es una ofrenda que el más pobre de nosotros puede hacer y no ser más pobre sino más rico por haberla hecho. —A.W. Tozer

[1] Conéctate El leproso agradecido

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