Difundir las buenas nuevas

La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho. (Santiago 5:16, RVA2015)

El clima cultural, social, intelectual, secular y moral, sumado al aumento generalizado del cuestionamiento, escepticismo y rechazo de los criterios y valores que durante años constituyeron lo aceptado, ha generado un cambio fundamental en los valores, ética, perspectiva del mundo, relación con la autoridad y trato con los demás de gran parte de la población.

Para muchos es más difícil saber en quién confiar. Hay personas que se ven atraídas al mensaje del Evangelio debido a las condiciones del mundo y la sociedad, pero para otros, ese mismo clima hace que les resulte mucho más difícil identificarse con el Evangelio, aún más difícil creerlo o aceptarlo.

Por ser cristianos tenemos la tarea de difundir al mundo de la actualidad las buenas nuevas, el Evangelio, el mensaje del amor y la salvación de Dios. Aquel que es la luz del mundo y que les dará la luz de la vida, Jesús. [1]

 Nosotros, en cambio, tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el hombre verdadero. Él es la medida del verdadero humanismo. No es «adulta» una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad. - Papa Benedicto XVI

 

[1] Áncora Cosmovisión cristiana para el siglo XXI

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