Esmerémonos por ser más como Él
Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto. Aunque sus pecados sean como la escarlata, yo los haré tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el carmesí, yo los haré tan blancos como la lana. (Isaías 1:18 NTV)
Una de las promesas más sobrecogedoras de la Biblia, que además arroja luz sobre el grado de amistad que Él desea alcanzar con nosotros.
Esa promesa demuestra que Dios no solo está dispuesto a perdonar; desea ardientemente hacerlo. Y así como una nevazón cubre de blancura un pozo de sangre y lo hace ver como si nunca hubiera estado allí, el perdón de Dios es tan profundo y abarcador que da la impresión de que el mal que allí imperaba nunca hubiera existido. Él ni siquiera se acuerda de nuestros pecados.
Un perdón de esa magnitud es sin duda sobrenatural y parte de la misma naturaleza de Dios. No es habitual que podamos asumir el dolor, la rabia y la injusticia que nos embargan y hacer como si el agravio nunca se hubiera producido. Esa flaqueza humana, sin embargo, no nos exime de poner de nuestra parte y hacer el esfuerzo para perdonar a otros.
El secreto está en recordar lo que Jesús hizo por nosotros. Aunque no merecíamos que Él se echara sobre Sus hombros todos nuestros pecados y faltas, lo hizo cuando ofrendó Su vida por nosotros.
Esmerémonos por ser más como Él concediendo a otros el perdón inmerecido que Él nos concedió a nosotros. —Gabriel García Valdivieso [1]
Dios reparte Sus bendiciones sin discriminaciones. Los seguidores de Jesús son hijos de Dios y deben manifestar el aire familiar haciendo el bien a todos, incluso a los que se merecen lo contrario. —F.F. Bruce (1910–1990)
[1] Conéctate Aclaremos cuentas