Espíritu Santo, parte 1: Su presencia

En él también ustedes, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de su salvación, y habiendo creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido. (Efesios 1:13 RVA-2015)

En el Antiguo Testamento, la presencia de Dios en la Tierra se manifestó en la columna de fuego y de nube, en los truenos y relámpagos en el monte Sinaí, en la zarza ardiente. Jesús encarnó durante Su vida la presencia de Dios en la Tierra. Desde el día de Pentecostés, el Espíritu Santo ha morado en el interior de los nacidos del Espíritu, los que han entrado al reino de Dios habiendo reconocido a su salvador en Jesús. El Espíritu de Dios que se aloja en los creyentes ha sido la manifestación primordial de la presencia de Dios en la Tierra desde que Jesús ascendió al Cielo.

El Espíritu Santo está presente en los creyentes e influye en nosotros de variadas maneras. Cuando hablamos a los demás de Jesús y de la salvación que Dios nos ofrece gratuitamente, lo hacemos por el poder del Espíritu. Nuestra interacción con otros cristianos en cuanto a hermandad, reuniones de culto y labor de conjunto en la testificación, en asuntos de la iglesia y en diversos ministerios, está potenciada por los dones del Espíritu Santo.

El Espíritu ejerce un importante papel en nuestra relación con el Señor, nuestro crecimiento espiritual y en el modo de vida que llevamos en armonía con la voluntad y la manera de proceder de Dios. El Espíritu de Dios nos guía, orienta y dirige a cada uno individualmente. Nos enseña y nos da entendimiento. Gracias a Él obtenemos la garantía de que somos hijos de Dios, de que permanecemos en Él y Él en nosotros. —Peter Amsterdam [1]

La palabra de Dios es nuestra única norma, y el Espíritu Santo nuestro único maestro. —George Muller

[1] Áncora La obra del Espíritu Santo en nuestra vida

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