La humildad nos libra

Encaminará a los humildes en la justicia y enseñará a los humildes su camino. (Salmos 25:9 RVA-2025)

Sabernos amados de Dios nos permite tener una clara impresión favorable de nosotros mismos y por ende ser capaces de lucir grácilmente nuestra autoestima, con humildad, porque estamos seguros en Dios y en el amor incondicional que nos profesa. Al tener esa seguridad que nos proporciona el amor de Dios, reconocemos que no hay motivo para pretender exaltarnos a Sus ojos ni a los ojos de los demás.

Como individuos creados a imagen de Dios y amados singularmente por Él, podemos tener plena confianza en nuestro propio valor. Estamos en condiciones de reconocer con toda franqueza tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades, nuestras dotes como nuestros hábitos negativos. Debemos esforzarnos por tener un concepto realista de nosotros mismos, sin pensar que somos ni maravillosos ni horrorosos. No debemos ensalzarnos en orgullo ni tampoco ningunearnos. Ambos extremos, tanto creer que todos son mejores que nosotros como considerarnos mejores que todo el mundo, son viciosos.

La humildad estriba en reconocer que somos valiosos para Dios, que nos ama, nos creó y nos ha dotado de dones y habilidades, sin llegar a pensar al mismo tiempo que todo se debe a nosotros, que somos mejores y más dotados que los demás.

La humildad nos libra de preocuparnos por el prestigio o categoría, rasgos físicos o atractivo, éxito o fracaso y muchas otras ansiedades que acarrean el orgullo y el afán por estar a la altura de los demás. —Peter Amsterdam [1]

La humildad no es pensar menos de ti mismo; es pensar menos en ti mismo. —Rick Warren

[1] Conéctate Más como Jesús: Humildad

Previous
Previous

Espíritu Santo, parte 4: Guía en nuestra vida diaria

Next
Next

Espíritu Santo, parte 3: Los dones del Espíritu