Lo mismo se aplica a los cristianos
Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos y revestido del nuevo. Este, conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno. (Colosenses 3:9-10)
En la vida, todo lo que queramos aprender a hacer bien requiere esfuerzo. Los mejores en cualquier campo, sea el que sea, logran en gran medida lo que hacen porque ponen empeño. Lo mismo se aplica a los cristianos que se esfuerzan por parecerse más a Cristo y convertirse en el pueblo que Dios quiere que seamos. Requiere esfuerzo cultivar con voluntad y tesón sanas creencias, hábitos, actitudes, pensamientos y conductas. También es preciso abandonar intencionadamente creencias falsas, hábitos dañinos, actitudes malsanas, pensamientos erróneos y malas conductas.
A lo largo del Nuevo Testamento se habla del concepto de que debemos despojarnos o deshacernos de ciertos elementos de nuestra vida —tanto pensamientos y emociones como acciones externas que resultan de ellos— que no nos permiten ser más como Cristo. Al mismo tiempo, debemos vestirnos —agregar a nuestra vida— de otros atributos que nos vuelven más semejantes a Dios. Para despojarse de algo, claramente es preciso tomar una decisión y actuar. Lo mismo para vestirse de algo.
Lo que estos pasajes recomiendan requiere esfuerzo. Hacer morir, desechar y revestirse son verbos de acción. Nada de eso —vestirse de bondad, de humildad, de paciencia y de compasión, o desechar la ira, la malicia, la avaricia y los malos deseos— sucede espontáneamente. Son los frutos de una vida transformada y potenciada por el Espíritu Santo, de resultas de seguir las enseñanzas de las Escrituras, de aplicar a diario nuestra fe. —Peter Amsterdam [1]
La salvación trae al alma una profunda conciencia del amor de Dios. La vida cobra más sentido, porque ahora tiene un propósito. —Madre Angélica
[1] Áncora Icemos nuestras velas