Él nos llevará
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. (Hebreos 12:1 RVR1995)
Como corredor que soy, encuentro inspiración en el versículo: «Corramos con perseverancia la carrera que tenemos delante de nosotros […], puestos los ojos en Jesús».1 Hace poco eso se me hizo patente desde una perspectiva totalmente nueva.
Me contaron la historia de un jovencito que era paralítico. Lo único que podía mover era la cabeza. Estaba claro que era inútil para él tomar parte en cualquier actividad relacionada con el deporte. Sin embargo, no se resignó. Cuando supo de una carrera de 5 km que se organizaba para recaudar fondos en aras de un amigo suyo que también había quedado parapléjico luego de un terrible accidente, se le ocurrió una audaz idea. Gracias a un soporte tecnológico que le permite tipear mensajes con los ojos y la cabeza, le notificó a su padre que quería correr aquella carrera.
En lugar de señalar la imposibilidad de lo que quería hacer, su padre le armó un carrito en el que podía trasladarse y tiró de él los 5 km de la carrera.
Hasta la fecha su padre ha corrido más de 300 carreras con su hijo, entre ellas, varias maratones y triatlones. Corre, nada y pedalea con su hijo a cuestas cada palmo del camino. ¿Por qué? Simplemente porque lo ama y quiere verlo feliz.
Somos hijos e hijas de nuestro Padre celestial, lo que significa que no tenemos que remar solos cuando estamos agotados. Podemos dejarnos caer en Sus brazos, y Él nos llevará a cuestas. Eso es lo que significa «no te desampararé ni te dejaré». Chris Mizrany [1]
Mi padre me hizo el mayor regalo que alguien puede hacer a otra persona: creyó en mí. —Jim Valvano
[1] Conéctate No corremos solos