Mi ángel consolador
Que tu bondad me consuele conforme a lo que has prometido a tu siervo. (Salmos 119:76 RVA-2015)
Hace varios años estuve muy enferma de cáncer. Cuando me recuperaba, Jesús me dijo que me daría un ángel consolador que me hiciera compañía. Jamás vi su rostro, pero durante muchos largos días y solitarias noches, cuando el dolor arreciaba, sentí su presencia. Me daba la impresión de que me recostaba en el regazo de ese ángel, y de que me abrazaba y me acariciaba la cabeza como una tierna madre. Me envolvía en un aura suave y cálida que me proporcionaba una paz maravillosa. Pese al dolor, esa muestra de cariño del Cielo me sobrecogía y me llenaba de gratitud.
Ahora estoy segura de que los ángeles no andan muy lejos de nosotros, de que no están flotando en las nubes. Están aquí, a nuestro alrededor, día y noche, para servirnos, ayudarnos, consolarlos y protegernos. Puede que no los vea, pero tengo la certeza de su cercanía.
El día en que reciba mi galardón celestial sabré que no me lo he ganado sola, sino que en mi lucha de fe conté con la ayuda de «una gran nube de testigos», las tropas invisibles del Cielo. En ese día de gloria quiero conocer a mi ángel consolador que me acompañó y me animó cuando desfallecía. Ese día le daré las gracias cara a cara. —Misty Kay [1]
Si existe algún consuelo para el pueblo de Dios que sufre enfermedad, prisión, necesidad o depresión, el Dios de todo consuelo puede ofrecerlo en la medida que se necesite. Charles Spurgeon
[1] Áncora Consuelo en tiempos difíciles