No siempre percibimos

Todos aquellos a quienes se nos ha corrido el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. Y el Señor, que es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a Él a medida que somos transformados en Su gloriosa imagen. (2 Corintios 3:18 NTV)

¿Alguna vez has pasado junto a un edificio en construcción en el que los obreros trabajaban meticulosamente en el armado de un suelo de mosaico, disponiendo miles de teselas para formar una composición decorativa?

Mientras van colocando las piezas, la figura no se ve claramente, porque echan lechada para rellenar los espacios entre las teselas, y esta a menudo deja una capa gris que oculta la belleza de la obra. No obstante, una vez que se seca la lechada, se lava esa película superficial, y aparece la figura.

Dios obra de manera similar en nuestra vida. Por Su sabiduría infinita y Su grandísimo amor, entiende a la perfección lo que necesitamos y se esmera prolijamente por proporcionárnoslo. A menudo se vale de situaciones de apuro que vivimos —dificultades económicas, conflictos interiores, errores— para obrar de formas inesperadas.

No siempre percibimos de qué modo nos está preparando ni entendemos por qué permite que algo gris nuble nuestra vida, como hace la lechada con el mosaico mientras lo están elaborando. A raíz de ello, sin embargo, el cariño y la atención con que nos trata cobran mayor belleza y profundidad cuando por fin se hacen evidentes. [1]

La paz no deriva de la ausencia de conflictos, sino de la presencia de Dios. - Anónimo

 

[1] Conéctate Los mosaicos de Dios

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